La innovación se ha convertido en un término obligatorio en cualquier conversación de negocios, una palabra confusa y ambigua que la mayoría no terminamos de entender. Es una meta que al parecer debemos perseguir como un acto de fe.
El design thinking es una metodología transparente que puede ser utilizada para resolver cualquier problema complejo en las organizaciones, debido a que su carácter experimental y sistémico busca encontrar soluciones integrales nuevas, profundamente comprensivas de la naturaleza de las personas y altamente enfocadas al contexto de uso.
Sus cinco fases principales son: la definición del encargo, la investigación, la ideación, el prototipado y la retroalimentación. La aplicación de estas busca definir un marco amplio y restringido de la actividad creativa, entender profundamente al usuario y al contexto del proyecto, explorar numerosas alternativas y probar tempranamente las hipótesis más aceptadas por el equipo de trabajo.
De igual manera, al ser una metodología altamente creativa, entiende que más importante que encontrar un camino perfecto para solucionar problemas, lo clave es explorar diferentes opciones y desarrollarlas hasta el punto en que puedan ser validadas en su viabilidad y factibilidad. De ahí surge su carácter experimental y la necesidad, para las personas que la aplicamos de mantener una mentalidad optimista y abierta hacia el futuro.
En este sentido, el design thinking no es una ciencia, ni es una teoría: es una metodología que consiste, en esencia, en la empatía y el humanismo, donde las personas no son concebidas como meta de ventas sino como usuarios que le dan sentido al proceso, y que aparecen en el centro de la ecuación. El design thinking busca crear productos y servicios que sean realmente mejores (más atractivos, con mejor usabilidad, más amigables con el medio ambiente y con los humanos) para lograr la innovación significativa.
¿Así las cosas, qué es la innovación significativa? Es ofrecerles a los clientes lo que resulta significativo para ellos y construir experiencias que estén alineadas con los sueños, los retos y las necesidades de las personas a las que llamamos mercado objetivo. Es hacer un cambio en el paradigma de procurar vender la oferta actual a quien resulte interesado en comprarla, para comenzar a entender profundamente a nuestro segmento objetivo y luego crear promesas de valor enfocadas en mejorar las experiencias de nuestros usuarios (una forma empática de conectarse con los clientes).
Lo anterior, resulta significativo para el usuario porque es un proceso que piensa en su beneficio antes de idear la creación de los productos y servicios. En este sentido, la innovación significativa es válida cuando nuestros segmentos de mercado incluyen a las nuevas generaciones, en particular a ese misterioso y fascinante grupo de jóvenes al que llamamos millennials. Estos jóvenes buscan saber quién está detrás de los miles de productos y servicios, y escogen los que se ajustan a su forma de ver la vida.
Por último, se trata de algo muy significativo para la sociedad porque crea un sentido más humano del consumo y previene el desperdicio de valor.
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